El presidente del Senado clausura la jornada conmemorativa del 40º aniversario del ingreso de España en el Consejo de Europa

24/11/2017

El presidente del Senado ha pronunciado el siguiente discurso en la clausura de la jornada conmemorativa del 40º aniversario del ingreso de España en el Consejo de Europa en el Congreso de los Diputados:
 
Vamos acercándonos ya al final de esta jornada conmemorativa del cuadragésimo aniversario del ingreso de España en el Consejo de Europa.
 
Una jornada que ha contado con la participación de las más destacadas autoridades del campo político y judicial.
 
Y que, por tanto, nos ha brindado la ocasión de escuchar sus valiosas reflexiones, tanto sobre el indiscutible alcance histórico de aquel acontecimiento; como, especialmente, sobre los grandes retos de nuestro tiempo y las respuestas que, consecuentemente, hemos de saber implementar, en defensa de los valores democráticos encarnados por el Consejo de Europa.
 
1977 fue un año decisivo en la historia de España. El año en el que los españoles pusimos en marcha un proceso de cambio político e institucional, que nos abrió las puertas de la democracia; y que, de ese modo, sentó las bases para el proceso de modernización económica y social más intenso y sólido de toda nuestra historia.
 
En estos últimos meses, hemos recordado la celebración de nuestras primeras elecciones democráticas, tras más de cuarenta años: aquella convocatoria del 15 de junio, tan llena de esperanzas, de la que resultaron la Cortes Generales que, poco después, alumbrarían nuestra vigente Constitución.
 
El año 77 nuestra gran aspiración era dotar a nuestro país de un sistema democrático representativo, que fuera absolutamente homologable al de nuestros países vecinos de Europa Occidental.
 
Deseábamos, en definitiva, volver a ocupar entre los europeos el lugar que, por razón histórica –y entiéndase esto en el más amplio sentido-, nos correspondía.
 
Por tanto, nuestros líderes políticos de aquel entonces supieron entender que la recuperación de la democracia, necesariamente, debía correr pareja con nuestra incorporación a las instituciones internacionales garantes de los principios democráticos europeos.
 
La entrada de España en el Consejo de Europa fue, así, un paso decisivo en un momento trascendente para el arranque de nuestro proceso de transición ordenada a la democracia.
 
Fue decisivo por lo que supuso como espaldarazo internacional a nuestra Transición política.
 
Porque, para España, entrar a formar parte del Consejo de Europa, suponía contraer un firme compromiso con los valores defendidos en su seno: la democracia representativa, el Estado de Derecho, y la defensa de los derechos fundamentales y las libertades públicas.
 
Y suponía, también, que nuestros esfuerzos democratizadores contaban, desde ese momento, con el aval del Consejo de Europa y de sus países miembros.
 
En definitiva, cuando, hace ahora exactamente cuarenta años, en noviembre de 1977, las Cortes Generales ratificaron, unánimemente, la adhesión de España al Estatuto del Consejo de Europa, lo que nuestros antecesores hicieron fue sellar el compromiso inequívoco e irreversible de España por la democracia.
 
Ese solemne compromiso que hoy, cuatro décadas después, renovamos y actualizamos con plena convicción y determinación.
 
Nuestro compromiso como país signatario de la Convención Europea de Derechos Humanos y del conjunto del corpus jurídico emanado del Consejo de Europa.
 
Nuestro compromiso, por supuesto, con las sentencias y la doctrina emanada del Tribunal de Derechos Humanos.
 
Y también nuestro compromiso con algo que, en el momento presente, considero particularmente relevante: la defensa y la promoción de los principios y valores del europeísmo; principios y valores que inspiraron el Tratado de Londres de 1949, y que son los que también alientan los tratados constitutivos de la Unión Europea.
 
Todos somos plenamente conscientes de los retos,  las dificultades y de las incertidumbres que hoy acechan al ideal europeo.
 
Frente a todo eso, pienso que nada habría peor que dejarse arrastrar por el pesimismo y los recelos que siempre se esconden en las reacciones defensivas.
 
Porque, en un escenario global multipolar como en el que hoy vivimos, no hay peor estrategia que la del aislacionismo y la fragmentación.
 
Las sociedades europeas son libres, abiertas y plurales. Y si algún día dejaran de serlo, estarían perdiendo su propia esencia y su lugar en el mundo.
 
Me parece que hoy es un buen día para recordar que la democracia nunca cae del cielo, que hay que construirla con mucho esfuerzo y grandes sacrificios.
 
Los españoles, como el resto de los pueblos de Europa, lo sabemos por propia experiencia.
 
Una experiencia que hemos de tener siempre presente. Porque la memoria siempre es el mejor antídoto contra la manipulación y la tergiversación de la verdad de los hechos. Y de eso, me temo, tenemos sobradas muestras hoy día.
 
Por eso es tan crucial que, entre todos, hagamos el mayor esfuerzo pedagógico por transmitir la idea de que, una vez alcanzada, la democracia no se mantiene solo por inercia.
 
Muy al contrario: la democracia hay que trabajarla con tesón, defenderla y extenderla cada día, especialmente en los momentos de dificultad.
 
Porque, sí, es cierto que,  gracias a los ideales de libertad, justicia y equidad sobre los que se sustenta, la democracia posee una gran fuerza expansiva. 
 
Pero no es menos verdad que, por la misma grandeza de sus ideales, siempre ha de enfrentarse a peligrosos enemigos, tanto internos como externos.
 
Cuando, como hoy, los problemas nos acosan, haríamos bien en recordar lo que la historia nos enseña: que las divisiones y las barreras jamás nos aportaron beneficio alguno, tan solo conflictos y dolor.
 
Y que Europa solo perdurará si es capaz de fortalecer su unidad interna en torno a sus señas de identidad: derechos humanos, democracia parlamentaria y Estado de Derecho.
 
Esa es la Europa a la que España se incorporó, con ilusión, cuando, hace ahora cuatro décadas, firmó su adhesión al Consejo de Europa.
 
Y es la Europa en la que seguimos creyendo y por la que, todos juntos, queremos seguir trabajando en el futuro.
 
Muchas gracias.