Calles de una playa, 1982

Manuel HERNÁNDEZ MOMPÓ (Valencia, 1927 - Madrid, 1992)
- Óleo sobre lienzo -
195 x 150 cm

A diferencia de otros pintores abstractos de su generación, más inclinados a la energía y a las dimensiones épicas o dramáticas, la obra de Mompó siempre lleva una impronta lírica. Mompó se formó en Valencia; en la Escuela de Artes y Oficios y, después de la guerra civil, en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Los cincuenta fueron para él años de viaje. Primero una estancia en París (1950-51) y más tarde en Roma, gracias a la pensión para la Academia española. Su pintura, de un cubismo lineal con colores sombríos, de un vago mondrianismo que a veces recuerda a Nicolas de Staël, comienza a transformarse al residir un año (1955) en Holanda y conocer la obra del grupo Cobra. En 1963 pasa un verano en Ibiza que marcará profundamente su obra, infundiendo en ella un colorido más luminoso. En la Bienal de Venecia de 1968 recibió el Premio de la Unesco. En 1984 obtendría el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Desde los años cincuenta, se aprecia en los cuadros de Mompó una sutilización de los seres y cosas hasta reducirlos a mínimos signos abstractos, como antes habían hecho Klee y Miró. Luego esos signos de color se van espaciando. A partir de un cierto momento, el pintor prescinde de las imprimaciones grises en sus telas y alcanza un blanco deslumbrante. Ese fondo blanco es el medio donde proliferan en libertad diminutos personajes y objetos. Entre algunos tonos quebrados, diluidos, brotan aquí y allá las notas de color más vivo: un trazado punteado en azul, un triángulo azul, otro pequeño triángulo amarillo; dos, tres pequeñas flechas que indican direcciones. Es como el plano o el mapa maravilloso de un lugar habitado por un incesante movimiento y animación: el tráfago en las calles de una ciudad, el hormigueo de la multitud en un mercado o en una fiesta campestre. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 410).