Barcos, 1934

Pancho COSSÍO (Francisco GUTIÉRREZ COSSÍO)
(San Diego de los Baños, Cuba, 1894 - Alicante, 1970)
- Óleo sobre lienzo -
88 x 70 cm

Pancho Cossío es un eslabón esencial en la modernización de la pintura en nuestro país; entre los españoles que habían asimilado en París las conquistas del arte de vanguardia, fueron Vázquez Díaz, Palencia y el propio Cossío quienes después, en la posguerra, formarían a una generación de jóvenes compatriotas. Cossío había nacido en Cuba (sólo cuatro años antes de que la isla dejara de pertenecer a España), hijo de una familia de Santander, ciudad a la que se trasladaron un año después. Allí estudió pintura con Francisco Rivero y luego, en Madrid, con Cecilio Plá, en cuyo taller trabajó cuatro años y conoció a Francisco Bores. En 1923, junto con su amigo el escultor Daniel Alegre, Pancho Cossío viaja a París, donde permanecería casi una década y en la que entra en contacto con los pintores españoles agrupados en torno a Picasso: Manuel Angeles Ortíz, Ismael de la Serna, Togores y Ucelay. En 1932 volvió a España. Ganó una beca para ir a Estados Unidos, pero renunció a ella. En Santander se dedicó al deporte (en el equipo de fútbol local, el Racing) y a la actividad política, como militante de las JONS y más tarde de Falange Española. La pintura pasó entonces a un segundo plano en su vida (a pesar de lo cual expuso en 1934 en el Salón de Arte Moderno de Madrid). Después de la guerra civil abandonaría la política para regresar plenamente a su vocación artística.

Barcos pertenece a un periodo de inflexión decisivo en la vida del artista, y representa una suerte de mirada retrospectiva hacia la anterior etapa francesa. Los barcos y los motivos portuarios están presentes en Cossío desde muy pronto, pero es hacia 1929-1931 cuando aparecen con más frecuencia y comienza a pintar los bergantines y tempestades que serán característicos de su obra en adelante. El gesto circular que envuelve la composición evoca por ejemplo ciertas marinas de Saint-Tropez, o pinturas como Maelstrom (1930) o La Esfera (1932). Por lo demás, ese vórtice, como los mismos temas marinos, delata la influencia de Turner, tan constante en la obra del artista. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 372).