Cabeza de mujer, 1985

Juan BARJOLA (Juan Antonio Galea Barjola)
(Torre de Miguel Sesmero, Badajoz, 1919 - Madrid 2004)
- Óleo sobre lienzo -
100 x 81 cm

Hijo de una familia de labradores, Barjola ingresó a los quince años en la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz. La guerra civil española marca trágicamente la adolescencia de Barjola, cuya obra futura será un eco de estas vivencias. En 1943 se traslada a Madrid para continuar su formación. En 1957 expuso en la madrileña galería Abril, y aquel mismo año viajaba a Bélgica. En 1960 celebra una muestra individual en el Ateneo de Madrid -Premio de la Crítica- y obtiene una beca de la Fundación Juan March, que le permite realizar un viaje de estudios por Europa, donde admira la obra de Munch y Ensor, Soutine y Bacon. En 1963 obtiene el Premio Nacional de Pintura, la Medalla de oro Eugenio d'Ors y de nuevo el Premio de la Crítica. Desde 1968 a 1975 imparte clases en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Es Premio Nacional de Artes Plásticas en 1985. En 1988 se funda en Gijón el Museo de Arte Juan Barjola con una donación de sus obras.

Barjola pertenece a la estirpe del expresionismo español, entre cuyos ancestros se cuentan Goya, Picasso y Solana. Partiendo de esa tradición se convierte, a comienzos de la década de los sesenta, en un exponente de la llamada "Nueva figuración", encarnada entre otros por Bacon.

Hacia 1966 entra en su obra, según declara Barjola, la violencia; surge de la imágenes de la prensa y del cine y se traduce en la crueldad de sus perros y sus escenas bélicas. La violencia, como factor social y político, es denunciada desde un concepto ético de la misión del arte. Más tarde, en los años setenta, esa tendencia "social, dramática" irá atenuándose o pasará a segundo plano, mientras gana terreno la otra corriente que Barjola ha señalado dentro de su pintura: "un surrealismo muy humano". A esta última línea, de carácter más subjetivo y onírico, podría adscribirse Cabeza de mujer, donde hay cierto eco de las figuras femeninas de Picasso de los años treinta. En esta etapa tardía de su carrera, Barjola ha simplificado y adelgazado la factura, prescindiendo de los empastes y reduciendo al mínimo el componente gestual. La expresión se asienta en la distorsión de los rasgos y en el color intenso y luminoso. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 394).