Coronación de D. Manuel J. Quintana, 1859

Luis LÓPEZ Y PIQUER (Valencia, 1802 - Madrid, 1865)
- Óleo sobre lienzo -
420 x 561 cm

"Obra depositada por el MUSEO NACIONAL DEL PRADO en el Senado"

La ceremonia que evoca este cuadro tuvo lugar el 25 de marzo de 1855 en el Salón de Sesiones del Senado.

La idea de que el poeta Quintana fuera coronado por Isabel II fue sugerida por Espartero y su iniciativa secundada por la Reina, la cual, al serle expuesto el propósito de la Comisión organizadora que presidía Juan Eugenio Hartzenbusch, según las crónicas de la época, respondió: "Yo amo a Quintana, no solo como mi ayo y maestro, sino también como al ingenio más grande de mi reino; estoy, pues, pronta a coronarle".
Son muchas las noticias de la prensa del momento donde se describe con detalle la ceremonia. Al parecer, Quintana se desplazó al Senado acompañado por el Presidente del Congreso, el Alcalde de Madrid y el Director de la Real Academia Española.

Asistieron al acto el Consejo de Ministros, la Reina que "vestía traje de seda bordado de verde y adornado con encajes, y un precioso aderezo de brillantes y perlas", acompañada del Rey Consorte, D. Francisco de Asís, y de la Duquesa de Alba, Condesa de Puñonrostro, el Duque de Bailén, el Conde de Altamira, el Capitán General de Madrid, los Gobernadores Civil y Militar de Madrid y numeroso Estado Mayor. La tribuna principal la ocupaba el Infante D. Francisco, acompañado de su hija Josefa con su marido el Sr. Güell. La tribuna pública fue ocupada por la orquesta y los artistas del Teatro del Circo que debían cantar el himno especialmente escrito para la ocasión por D. Adelardo López de Ayala, al que Arrieta había puesto música. Acompañaron también al poeta destacadas figuras de las artes y las letras como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Juan Eugenio Hartzenbusch, Ventura de la Vega, Julián Romea, Bretón de los Herreros, etc.

Meses después de este acontecimiento, el 17 de junio de 1855, y seguramente a propuesta del Congreso, la Reina sanciona una ley para que el mismo se perpetuara en un cuadro en los siguientes términos:

Art. 1. "Se autoriza al Ministro de Fomento para abrir un crédito de ciento veinte mil reales para que en el término de dos años y por el medio que crea más acertado disponga, que se le consigne por un pintor español en un cuadro de quince pies de ancho por veinte de alto, el acto solemne de la coronación del ilustre poeta don Manuel Quintana celebrada en Madrid el 25 de marzo de 1855".

Art. 2. "En el caso de que el Gobierno abra concurso para el cuadro entre los artistas españoles, el crédito se extenderá a ciento setenta mil reales; de éstos, ciento veinte mil con destino al que obtenga el premio y cuarenta mil al que consiga el accesit".

El 25 de julio de 1855, Manuel Alonso Martínez comunica esta convocatoria al Presidente de la Real Academia de San Fernando, con el fin de que "se oiga el dictamen de esa Academia respecto al sistema que será más conveniente adoptar, formulando en cualquiera de los dos casos el programa que en concepto de esa Corporación haya de publicarse para llevar a debido efecto el espíritu de la Ley".

Después de muchas deliberaciones, los miembros de la Sección de Pintura (Lajayosa, Esquivel, Carlos Luis de Ribera, Gimeno, Fernando y Luis Ferrant) redactaron un programa concretando las bases de la convocatoria. En este programa se especifican las medidas del cuadro e incluso de las figuras, ya que "la mayor parte del primer término ha de tener veinte y cuatro pulgadas", se advierte que los bocetos "han de pintarse en España, y en el espacio de seis meses", se indica que estos deben acompañarse de "una partida de bautismo o documento que acredite ser españoles y otro además en que conste que se ha hecho en España"; se señala que ha de incluirse en el mismo sobre de los documentos un lema que irá también escrito en el respaldo del cuadro y se recuerda que los bocetos premiados "han de quedar de propiedad del Gobierno".

Concluido el plazo de presentación de estos bocetos el 29 de febrero de 1856, se forma un jurado presidido por el Duque de Rivas y compuesto por Juan Eugenio Hartzenbusch, Martín de los Heros, Alejandro Oliván, José de Madrazo, Cipriano Segundo Montesinos, Pedro Calvo Asensio, Antonio María Esquivel, Carlos Luis de Ribera y, como secretario sin voto, Luis Ferrant.

Este tribunal, el 25 de agosto de ese mismo año, comunica oficialmente que el autor del boceto elegido se identifica con el lema "Los Reyes honrando el mérito se honran a sí mismos".

Este boceto fue presentado por Luis López y Piquer, segundo hijo del pintor Vicente López, con el cual se inició en la práctica de la pintura, llegando a ser ayudante suyo. En 1830 obtuvo una pensión para ampliar estudios en Roma donde permaneció hasta 1836. Más tarde se trasladó a París donde permaneció hasta 1850. Una vez regresado a España, participa en las Exposiciones Nacionales y cultiva el retrato, práctica que le decide a presentarse al concurso convocado para homenajear a Quintana, obra para la que se exigía una especial habilidad como retratista.

Cuando el cuadro fue expuesto públicamente en la Exposición Nacional de 1860, la prensa madrileña lo calificó de "gran página de la historia contemporánea".

El gran mérito de esta obra estriba en la reconstrucción de un acontecimiento que el pintor no contempló y que tuvo que evocar a través de crónicas, descripciones literarias o artículos periodísticos.

El momento elegido es el mismo en que la Reina deposita la corona de laurel sobre la cabeza del poeta, que es ayudado por Martínez de la Rosa. En la composición se le da casi más relevancia a la figura que corona que a la que se va a coronar, por lo que este cuadro no deja de ser un pretexto para halagar a Isabel II, que presumía de que Quintana había sido "su ayo y su maestro", ya así lo hizo grabar en la bandeja de plata que ella personalmente le regaló con motivo de su homenaje.

Es, por tanto, un cuadro de crónica isabelina, cuyo mayor mérito consiste en la fiel reproducción del Salón del Senado, donde se conmemoró y, sobre todo, el trabajo ingente de recopilación de retratos que nos da la posibilidad de reconocer a los personajes más representativos de la vida social, política y literaria del siglo XIX español. (Texto de Pilar de Miguel Egea, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, págs. 318 y 320).