Francisco SANTA CRUZ PACHECO (Orihuela, Alicante, 1797 - Madrid, 1883).

José María GALVÁN Y CANDELA (1837-1899)
- Óleo sobre lienzo -
100 x 75 cm

Francisco Santa Cruz y Pacheco, duodécimo Presidente del Senado, nació en Orihuela (Alicante) en 1790. Su primera actuación pública tuvo lugar en el Trienio Liberal al enrolarse en la Milicia Nacional después del triunfo del pronunciamiento de Riego. Se retiró de la actividad política al reponerse  el absolutismo gracias a la ayuda prestada por Francia. Pero en 1840 la Junta de Gobierno de Teruel le nombró "jefe político", desempeñando dicho cargo hasta la caída de Espartero en 1843. Elegido Diputado por Albarracín en 1851, se afilió al Partido Progresista, participando en la Revolución de 1854 en apoyo de Espartero quien le encargaría de la cartera de Gobernación tras el triunfo de la Revolución.

En 1856 ocupa la cartera de Hacienda, pasando al año siguiente a ostentar la jefatura del progresismo, si bien pronto se adhiere a la Unión Liberal, desempeñando cargos tan significativos como la presidencia del Tribunal de Cuentas o la de gobernador del Banco de España. Después de la Revolución del 68 fue elegido por la provincia de Teruel para las Cortes Constituyentes en las que se mostró como un firme partidario de D. Amadeo de Saboya que le recompensaría con la Presidencia del Senado en la Legislatura de 1871-1872, y más tarde la del Consejo de Estado. Tras la Restauración se afilió al partido canovista, cerrando así el ciclo de su evolución, aparte de ser nombrado Senador vitalicio en 1876.

El retrato es obra de José María Galván y Candela, pero en este caso presenta una gran novedad, puesto que no se trata ya de una copia de un modelo anterior sino de una creación suya tomada del natural y por eso incluso lo firma. El retrato en consecuencia, tiene más vida que los anteriores y una figura bastante más expresiva, aunque todavía resulta muy duro especialmente en el rostro, recortado y perfilado como si se tratara de una efigie para medallas. Igualmente se nota una cierta impericia en la disposición de la figura ya que, si bien aparecen muy claros tanto el sillón como el arranque de las piernas, lo que determina que el personaje esté sentado, el cuerpo se presenta excesivamente rígido, como si estuviera de pie. Con todo, es uno de los mejores retratos, en el que exhibe su característica precisión del dibujo en los detalles.