Manuel GUTIÉRREZ DE LA CONCHA E IRIGOYEN. Marqués del Duero (Córdoba de Tucumán, Argentina, 1808 - Batalla de Monte Muru, Navarra, 1874).

Miguel AGUIRRE RODRÍGUEZ (1845-1907)
- Óleo sobre lienzo -
100 x 75 cm

El noveno Presidente del Senado, Manuel Gutiérrez de la Concha, Marqués del Duero, nació al igual que su hermano José en Córdoba de Tucumán (Argentina) en 1808. Al igual que él también siguió la carrera militar, distinguiéndose en la Primera Guerra Carlista donde alcanzó el grado de Mariscal de Campo. Intervino activamente en política, siempre en las filas liberales-conservadoras y en contra de Espartero. En 1847 pasó a Portugal para apoyar a la Reina Doña María de la Gloria frente a las pretensiones de su tío el Conde das Antas, lo que le valió el título de Marqués del Duero.

Al triunfar la revolución de 1868 se retiró de la política dedicándose a investigar los medios para mejorar la agricultura. Volvió de nuevo a las armas en 1874 incorporándose como jefe del ejército del Norte en sustitución de Serrano. Logró el levantamiento del segundo sitio de Bilbao lo que supuso una derrota moral para los carlistas que, sin embargo, conservaban intacto su ejército y su capacidad de maniobras. Para poner fin a la guerra, el General Concha decidió sitiar la ciudad de Estella, sede ocasional de la Corte del pretendiente carlista, pero, mientras estaba preparando las operaciones, murió en Monte Muru alcanzado por una bala perdida. La muerte, aunque supuso una gran pérdida para la causa alfonsina, le dio una gran popularidad e incluso fue recreada por un cuadro en la Exposición Nacional de 1884, hoy en el Senado.

El autor del retrato es el pintor gaditano Miguel Aguirre. Comienza su formación en su ciudad natal, continuándola, gracias al Ayuntamiento de aquella ciudad, en Madrid en la Escuela Especial de Pintura y Escultura y en el estudio de Federico de Madrazo. Siguiendo a este maestro se especializa en el retrato sin olvidar la pintura de historia, la costumbrista y el paisaje. Participó repetidamente en las Exposiciones Nacionales, aunque sólo alcanzó una medalla de tercera clase en la de 1887, precisamente con un retrato. Pero por los comentarios de la prensa del momento se puede deducir que la medalla no se debió tanto a sus méritos como al hecho de que su maestro, Federico de Madrazo, fuera el presidente del Jurado.

El retrato del Marqués del Duero se puede calificar de discreto pues, aunque ha sabido plasmar la fisonomía del Marqués con su bigote y mosca habitual -como el Marqués había muerto en 1874, siguió un modelo proporcionado por el Ateneo-, la figura resulta un poco dura, sobre todo si se le compara con los de su maestro y su habilidad para suavizar los formas. También es notable la precisión en los entorchados y condecoraciones, lo mismo que la armonía entre la figura y el fondo, si bien carece de la sutileza y el refinamiento del colorido así como de la pericia para reproducir las calidades y texturas de las telas y los objetos tan característica de Federico de Madrazo.