Manuel GARCÍA BARZANALLANA GARCÍA DE FRÍAS. Marqués de Barzanallana

José María GALVÁN Y CANDELA (1837-1899)
- Óleo sobre lienzo -
100 x 75 cm

El decimocuarto Presidente del Senado, Manuel García Barzanallana, nació en Madrid en 1817, afiliándose desde muy joven al Partido Moderado en el que haría una rápida y brillante carrera, pues desde 1846 fue Diputado en todas las Legislaturas hasta 1865 en que fue nombrado Senador vitalicio. en 1856 y 1857 desempeñó además la cartera de Hacienda en el Gobierno de Narváez -cargo en el que será retratado por Dionisio Fierros-, repitiendo en este Ministerio en los años 1864-1865 y 1866-1868. En esta última etapa será recompensado con el título de Marqués de Barzanallana.

Al triunfar la Revolución de 1868 se aleja momentáneamente de la actividad política, pero en las elecciones de 1872 es elegido Senador por Oviedo defendiendo en la Cámara Alta los intereses alfonsinos tanto contra los partidarios de D. Amadeo como contra los sectores republicanos. Asentada la Restauración, Alfonso XII le premiará concediéndole el gran collar de la Orden del Toisón, con el que aparece precisamente en el retrato, aparte de nombrarle primero Presidente del Consejo de Estado y posteriormente Presidente del Senado. También lo sería de la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Su paso por la Presidencia del Senado en la Legislatura vigésimoquinta -la de más larga duración, 1876-1881- fue decisivo, si no desde el punto de vista legislativo, sí al menos desde la perspectiva artística ya que a él se deben todos los trabajos de remodelación y acondicionamiento del edificio, más el inicio de la Galería de Retratos de Presidentes y la elaboración de un programa iconográfico para la decoración de la Cámara que tuviera un profundo sentido nacional, recogiendo lo más esencial de la historia de España. Para ello recurre al encargo directo, con la Rendición de Granada de Pradillo como obra más significativa, o a los depósitos del Museo del Prado -entonces ya Museo Nacional después de la fusión con el Museo de la Trinidad-, como Los últimos momentos de Felipe II de Jover Casanova o La jura de Santa Gadea de Hiraldez Acosta.

Curiosamente en el apartado de retratos él no salió muy beneficiado al escoger como autor a José María Galván, del que con sus muchos defectos y pocas virtudes se ha hablado ya al analizar varias de las obras precedentes. Con todo, no es ésta una de sus obras más desafortunadas, sino que, por el contrario, es uno de sus retratos más logrados, al menos en todo lo que se refiere a la parte simplemente descriptiva o, si se prefiere, la mera reproducción del atuendo, condecoraciones, objetos e, incluso, la misma anatomía del Marqués. Pero al retrato le falta algo esencial: la expresión del personaje. Recortado sobre el fondo, está demasiado rígido, frío y distante, amparándose en una postura que quiere ser de tres cuartos pero a duras penas rompe la frontalidad, forzando mucho la composición.