José LÓPEZ DOMÍNGUEZ (Marbella, Málaga, 1829 - Madrid, 1911).

José MORENO CARBONERO (1860-1924)
- Óleo sobre lienzo -
100 x 75 cm

El General José López Domínguez, nacido en Marbella en 1829, es uno más entre los militares españoles del siglo XIX cuya carrera profesional corre pareja a la política, siempre a la sombra de un protector. Éste, en su caso, fue su tío el Duque de la Torre, con quien luchó en la Revolución de 1868 y en la tercera guerra carlista. Como él también siguió desde niño la carrera militar entrando como cadete en el Colegio de Artillería de Segovia. Destacado como observador en las guerras de Crimea (1854-1855) y franco-austriaca (1859), sus actuaciones militares más famosas, que le valieron la Cruz Laureada de San Fernando, tuvieron lugar en la Guerra de África (1860) y en la Guerra cantonal al poner fin al levantamiento de Cartagena (1873). En 1895 culminará su carrera militar ascendiendo a Capitán General con cuyo uniforme de gala le retrata precisamente Moreno Carbonero.

Su carrera política se inicia con el partido de La Unión Liberal al ser elegido Diputado por el distrito de Coín (Málaga) entre 1859 y 1865. En las Cortes Constituyentes de 1869 representa al distrito de Ronda, apoyando el nombramiento de D. Amadeo. En la Restauración será cuatro veces Ministro de la Guerra con Sagasta -1883, 1892, 1894, 1895- e incluso Presidente del Consejo de Ministros en 1906. Puesto al que llega desde la Presidencia del Senado que ocupa en 1905.

El malagueño José Moreno Carbonero, autor del retrato, se formó en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal, siendo discípulo de Bernardo Ferrándiz. Sus condiciones innatas para la pintura quedaron muy pronto de manifiesto, puesto que a los 12 años ya había ganado una medalla de oro en la Exposición Regional de Málaga, y a los quince era pensionado en París por la  Diputación de su provincia, entrando en uno de los talleres más prestigiosos, el del consagrado Gêrome, yerno del no menos famoso marchante Goupil, que se convertirá en protector del malagueño.

Moreno Carbonero ganará el reconocimiento oficial con sus triunfos en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid -El Príncipe de Viana y La conversión del Duque de Gandía, primeras medallas en 1881 y 1884 respectivamente-, ratificado en las Exposiciones Internacionales de Munich, Viena, París o Chicago, entre otras. Triunfos que aparte de suponerle encargos tan significados como La entrada de Roger de Flor en Constantinopla para el Senado, le proporcionan una gran clientela para sus cuadros de género y los retratos, donde demuestra verdaderamente sus cualidades de pintor que según el Blanco y Negro de 1893 tiene más acostumbrada la mano a lo pequeño que a lo grande.

En los retratos, como en el presente, Moreno Carbonero se remonta a la tradición velazqueña pasada por el tamiz de Federico de Madrazo, mientras en la ejecución exhibe su oficio impecable de pintor, que tanto cautivaría a Dalí cuando lo tuvo como profesor en la Academia. Una ejecución a base de manchas, lo bastante precisa como para identificar los objetos, las condecoraciones, los rasgos anatómicos, pero lo suficientemente imprecisa como para remarcar el carácter pictórico del retrato frente al linealismo y rigidez de la mayoría de los otros retratos presidenciales.

Admirable por encima de todo son las carnaciones, las manos y el rostro, donde Moreno Carbonero, con una gran naturalidad, refleja la decrepitud de la vejez -el General tenía ya setenta y siete años y parece cansado- pero sin merma alguna de la expresividad, dignidad y nobleza que se le supone tanto a su persona como al cargo que ostenta. El Senado, consciente de su valía, no dudó en pagar bastante más de lo habitual en este tipo de obras, aunque un poco menos de las 10.000 ptas. que pidió Moreno Carbonero.