Últimos momentos de don Fernando IV el emplazado, 1860

José CASADO DEL ALISAL (Villada, Palencia, 1832 - Madrid, 1886)
- Óleo sobre lienzo -
318 x 245 cm

"Obra depositada por el MUSEO NACIONAL DEL PRADO en el Senado"

La obra representa la muerte de este rey de Castilla (1285-1312), el cual, treinta días antes de que ésta se produjera, en Jaén y de modo repentino, había mandado arrojar por la peña de Martos a dos caballeros, acusados de asesinato, conocidos por el sobrenombre de los hermanos Carvajales. La tradición cuenta que éstos, víctimas de una sentencia injusta, emplazaron al rey ante el tribunal de Dios en un término de treinta días. En la Crónica de don Fernando IV de Castilla, atribuida a Fernán Sánchez de Tovar, puede leerse exactamente: "E este jueves mesmo, siete días de setiembre, vispera de Sancta Maria, echóse el Rey a dormir, e un poco despues de mediodia fallaronle muerto en la cama, en guisa que ninguno lo vieron morir. E este jueves se cumplieron los treynta dias del emplazamiento de los cavalleros que mandó matar en Martos". Todos los cronistas e historiadores posteriores recogen, con asombro, la inesperada muerte del monarca: Mosén Diego de Varela, Garibay, Salazar de Mendoza y el Padre Mariana son expresamente aludidos en los antiguos catálogos del Senado. Suele precisarse que el monarca, comía y bebía desmesuradamente, a pesar de alguna dolencia, lo que, probablemente, llevó a Casado a imaginar ese gesto doloroso en Fernando IV, que viste ropas lujosas como corresponde a un descanso momentáneo después del mediodía. En la tradición popular cobró vida la presencia figurada de los Carvajales en el momento de la muerte, aquí representados por Casado como espectros, con mantos de la orden de Calatrava, a modo de sudarios. El tema era ya muy famoso en la literatura de la época: Bretón de los Herreros estrenó un drama titulado Los Carvajales en 1837.

Estilísticamente es una de las más logradas composiciones de estética nazarena, realizada precisamente en Roma, donde esta corriente, plagada de reminiscencias primitivistas, se mantuvo hasta fecha tardía, aunque los pintores más atentos a las novedades internacionales, como Casado, enseguida abandonarían. Constituye, por tanto, un auténtico modelo de los objetivos formales a los que los jóvenes pintores aspiraban a mediados de siglo: la idealización de los personajes, la simplicidad compositiva, la luz misteriosa, el empleo de colores puros y brillantes e, incluso, el propio formato vertical acabado en medio punto, que sugiere una hornacina, en concomitancia con los detalles arqueológicos medievales que aparecen representados, todo lo cual pone de relieve una voluntad de revivir la historia a través de una mímesis global de carácter intelectual y estético. Únicamente la rotunda corporeidad de los hermanos Carvajales, en los que, si bien se delata su dependencia académica, se reconoce, al propio tiempo, un modelado que tiende a explorar la realidad física, y, sobre todo, el soberbio despliegue de paños, de unas calidades matéricas excepcionales, apunta unos objetivos distintos, más relacionados con la observación de las cosas, que caracterizan el Casado maduro.

La crítica contemporánea fue extraordinariamente elogiosa con la pintura, que obtuvo premio extraordinario de primera clase en la Exposición Nacional de 1860, y fue adquirida por el Gobierno en un precio entonces considerable. Ossorio recoge un comentario que admira particularmente "el desnudo en los hermanos Carvajales... [cuya] expresión puede asegurarse que es severa, pero sin crueldad". Mora afirma que "aquí la verdad y la imaginación campean por partes iguales, pues lo maravilloso del asunto, que pudiera parecer inverosímil, se ha convertido ya en una realidad histórica, merced a la tradición y al romancero ... / al contemplar esta composición, llena de terrible poesía y ejecutada con gran firmeza, puede reconocerse el atento estudio del natural y de las obras maestras que ha hecho el autor, en cuyos cuadros se advierte esa grata y sorprendente armonía, que por más genio que se tenga, nunca se adquiere sin el trabajo y la observación metódica y sostenida". En efecto, la mezcla de historia y leyenda, de inmediatez corpórea y evanescencia poética, hicieron sucumbir a los comentaristas de la prensa nacional, razón por la cual fue elegida para ser presentada en la Exposición Universal de Londres de 1862. Todo ello hace que, desde antiguo, esta pintura haya tenido un gran papel en la definición del estilo de Casado del Alisal y, por extensión, en la construcción historiográfica de la pintura española de su tiempo.

Existe un boceto preparatorio para este lienzo que se conserva en la Diputación Provincial de Palencia. (Texto de Carlos Reyero Hermosilla, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, págs. 248 y 250).